Tu energía transmite más que tus palabras

Cuando decimos que tu perro “siente tu energía”, no estamos hablando de magia, ni de vibraciones esotéricas. Estamos hablando de información biológica.

De señales que tú emites sin darte cuenta… y que él lleva milenios aprendiendo a interpretar.


El sistema nervioso del perro está diseñado para leer el estado emocional de su entorno. No por capricho, sino por supervivencia.

Antes de los comandos, antes del lenguaje humano, su seguridad dependía de detectar microseñales corporales y cambios energéticos en la manada.

Y eso no ha cambiado.


Tu perro sigue haciendo lo mismo.

Solo que ahora la manada eres tú.

Y lo que él detecta no es un tigre entre los arbustos, sino tu tensión en el paseo, tu prisa en casa, tu frustración cuando le pides algo y no responde.


Eso es energía.

Tu tono de voz, tu postura, tu mirada, tu respiración, tu nivel de activación.

Todo eso le dice si puede confiar o si debe actuar por su cuenta.


Y aquí viene la parte difícil:

puedes estar diciéndole “tranquilo” con la boca…

y al mismo tiempo estar proyectando urgencia, ansiedad o enojo con el resto del cuerpo.


¿A qué va a responder?

A lo que más coherente le parezca.

A lo que su instinto le dice que es real.


Por eso no sirve repetir órdenes si tu estado interno contradice el mensaje.

Por eso no puedes enseñarle calma desde la rabia, ni pedirle presencia cuando tú no estás contigo.


No es una cuestión de control, es una cuestión de sintonía.


El perro no te “obedece”.

Te lee. Y decide si seguirte o no.


Y eso no depende de que grites más fuerte ni de que le ofrezcas un trozo de salchicha.

Depende de que lo que emitas tenga sentido para él.

Y para que eso pase, tienes que empezar por ti.


Párate un momento.

No te preguntes si tu perro/a te respeta, sino si tú estás disponible. Si eres una persona confiable para él/ella. Si puedes sostener sin reaccionar, observar antes de actuar.


Porque eso… es lo que educa de verdad.


Y cuando pase, lo vas a notar.

No porque se siente cuando se lo digas,

sino porque lo hará sin que se lo pidas.

Porque confía. Porque te siente. Porque al fin, le hablas en su idioma.

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